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Cómo ser (o no ser) un periodista activista

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Diverging train tracks in a rural landscape.
Dolce Vita/Shutterstock

 

Cuando la periodista ambiental Hillary Rosner fue entrevistada para una beca del Knight Science Journalism Program del Massachusetts Institute of Technology, hace algunos años, un miembro del comité de selección le dijo: “Yo te considero más una activista que una periodista. ¿Puedes defenderte de eso?” Rosner afirma que se sintió conmocionada y ofendida. “Yo creo que tener agua y aire limpios son derechos humanos básicos. No creo que sostener esas opiniones me haga una activista”, señala.

Yo también me sentí conmocionada con la idea de que los periodistas sientan que deben defenderse de la acusación de ser activistas. Yo pasé a escribir sobre ciencia después de diez años de trabajar para organizaciones ambientales, en las que tanto el activismo como la educación se consideran necesarios para provocar el cambio. Yo pensé que el periodismo de ciencia haría lo mismo. El periodismo activista —un género del periodismo que promueve claramente un punto de vista con propósitos sociales o políticos— me parecía una excelente idea.

Imaginen mi sorpresa, entonces, en una reunión regional de la Society of Professional Journalists (SPJ), donde en cada taller al que asistí surgieron inquietudes sobre el activismo. El orador principal hizo énfasis en el código de ética de la SPJ, que les pide a los periodistas “evitar conflictos de interés reales o aparentes” y “que etiqueten el activismo y comentario”.

La tensión entre el periodismo y el activismo es especialmente aguda en el periodismo ambiental. La politización del ambiente —y la creciente asociación entre ambientalismo y liberalismo político— puede contribuir a que los periodistas ambientales estén a la defensiva. La mayoría de los periodistas ambientales estarían de acuerdo en que la actividad humana está causando un desastre en la Tierra y que eso justifica el cambio. El deseo de hacerles frente a los desafíos ambientales es fundamental para el periodismo ambiental, asegura Mary Hoff, jefa de redacción de Ensia, revista centrada en la sustentabilidad y financiada por el Institute on the Environment de la University of Minnesota.

En ese sentido, los periodistas ambientales comparten la motivación de periodistas de investigación en otras fuentes. Por definición, los periodistas de investigación descubren casos de corrupción y trasgresiones, trabajando con la creencia de que el público tiene derecho a saber y que debe tomar acción con base en ese conocimiento. Como la publicación ganadora del premio Pulitzer ProPublica observa, el periodismo en su mejor momento sirve al público y busca estimular cambios positivos.

Si periodistas y activistas comparten el deseo de producir cambios, ¿cuál es el problema? ¿Por qué trazar una línea entre los dos campos? Y si existe una línea, ¿dónde está?

“No creo que sea ningún problema querer que tu periodismo tenga impacto”, afirma Michael Kodas, quien enseña periodismo ambiental en la University of Colorado, en Boulder. “Se supone que es el ‘cuarto poder’. Se supone que la gente toma acciones con base en tu información. Yo pienso que se vuelve activismo cuando te vuelves demasiado afinado con la acción que quieres que tomen”.

 

Manteniendo la distancia con los activistas

Cuando decidí ser escritora ambiental, mi plan de negocios original constaba de dos componentes: escribir y ser voluntaria en organizaciones ambientales en las que pudiera descubrir ideas para mis historias, y escribir para publicaciones con una audiencia más amplia. Después de unos cuantos meses como escritora independiente me di cuenta de la incómoda relación que tiene el periodismo con el activismo y los activistas. He aprendido que la mayoría de las revistas y otras organizaciones de medios esperan que los periodistas cumplan con los estándares periodísticos de reportear.

Resultó que mi plan planteaba una pesadilla en potencia en cuanto a los conflictos de interés, haciendo que fuera probable que yo me sintiera demasiado cómoda con mis fuentes o con las causas que estuvieran defendiendo.

Rosner, que ha sido periodista ambiental por más de diez años, está agudamente consciente de los potenciales peligros de involucrarse en el activismo al trabajar como periodista. “Yo voto, pero no pertenezco a ningún grupo ambiental. No firmo peticiones. Hago ese periodismo de vieja escuela en el que te deslindas [del activismo]”.

Otros escritores buscan la forma de navegar en el mundo del activismo y el periodismo. Bill McKibben es un activista y escritor que empezó como un periodista solamente. Generalmente publica libros, pero ocasionalmente escribe artículos periodísticos para revistas, como este en National Geographic.

Pero McKibben también reconoce el poder que tiene un cheque para influir en la objetividad del escritor, por lo que piensa que hay una diferencia significativa entre abogar por una causa y aceptar dinero de una organización asociada con esa causa. Él es voluntario en 350.org, una organización sin fines de lucro dedicada al clima, de la que es cofundador. “Nunca he tomado ni un centavo de ellos —ni de ningún otro grupo ambientalista— precisamente porque siempre he querido tener la libertad de decir lo que yo quiera”, explica. “Eso me parece que es el gran privilegio de ser escritor”, indicó en un mensaje de correo electrónico.

Barbara Ehrenreich es otra autora y periodista de éxito que aborda cuestiones de pobreza y salud, y que muchos consideran una activista en nombre de las causas sobre las que escribe. Como dice en su sitio web: “nunca he visto ningún conflicto entre periodismo y activismo: como periodista, yo busco la verdad. Pero como persona moral, también me siento obligada a hacer algo al respecto”.

Kodas, que también ayuda a dirigir la beca Ted Scripps en Periodismo Ambiental, reconoce que es muy riguroso y está del lado de los estándares periodísticas estrictos. “Cuando piensas en términos de fuentes que no van a hablar contigo o en la posibilidad de manchar tu reporteo debido a tu trabajo de activismo, yo sí lo veo como un riesgo”, advierte. “Si una compañía de medios siente que su periodismo no va a tener el impacto que quiere debido a que está trabajando con periodistas que están demasiado adentrados en el espectro del activismo, puedo ver perfectamente por qué querrían restringirse de eso”, agrega. Kodas no se abstiene por completo de involucrarse con causas y organizaciones en las que cree, pero elige aquellas que no cubriría nunca como periodista. Para escritores novatos, la estrategia puede resultar difícil, admite. Tal vez a ellos les conviene mantener abiertas las opciones de trabajar con una variedad de medios.

David Doody, editor principal de Ensia, dice que cuando los escritores están pensando en escribir sobre una organización con la que han estado involucrados, necesitan preguntarse si tendrían dificultad de criticar públicamente a la organización, a su personal o a los voluntarios. “Creo que algunos escritores serían más capaces de hacerlo que otros”, indica Doody. “Sin embargo, es mejor ser cauteloso y suponer que las personas van a ser influenciadas”, agrega. “[En Ensia, nosotros] partimos de esa perspectiva y tratamos de tomar las cosas caso por caso”.

Una inquietud más grande la percepción de los lectores, asegura Doody. “Aunque nosotros tengamos la confianza de que determinado escritor puede tomar una mirada crítica a una organización con la que tenga nexos, la percepción de los lectores es tan importante como la nuestra”, explica. “Ellos no ven la discusión tras bambalinas. Lo único que ven es lo que está publicado”.

Revelar la relación de un escritor con las fuentes o con el tema tratado es una forma en que las publicaciones manejan estas cuestiones. Recientemente, yo escribí un artículo para Ensia basado en una experiencia como voluntaria en una organización no gubernamental. La editora decidió que, aunque la gente tiende “a preferir cosas en las que ha gastado tiempo y dinero”, mi participación de una sola vez no era suficiente para no publicar el artículo. En cambio, agregaron una nota sobre mi trabajo voluntario. Al publicar esa advertencia, explica Hoff, la revista permitió que los lectores juzgaran mi credibilidad y mis motivaciones.

 

Cuando la publicación es la activista

Muchos escritores independientes que lidian con las normas periodísticas sienten conflicto al escribir para revistas que tienen nexos con fundaciones u organizaciones no gubernamentales. Revistas como Sierra y Audubon han estado desde hace mucho tiempo en la escena. Algunos periodistas temen que la intención de tales organizaciones les impida escribir con libertad. Emma Marris, escritora de ciencia, señala que ha tenido experiencias mixtas con ese tipo de publicaciones. Cuando es obvio que la intención de la organización financiadora influye en las decisiones editoriales, ella decidió no trabajar con ellos.

Los periodistas en ocasiones lidian con editores con nexos que podrían considerarse conflicto de interés, como InsideClimateNews, que fue lanzada por un exejecutivo de relaciones públicas. En una reciente columna en Undark, el periodista de ciencia Paul Raeburn sostiene que todo el periodismo es periodismo activista, pues aboga a nombre del pueblo. No es tan importante quién lanza o financia la empresa de medios, escribe: “objetividad” significa que los periodistas actúan con integridad, justicia y precisión, y que reportean responsablemente lo que vieron o investigaron.

Los grupos activistas que aspiran a presentar los argumentos más sólidos posibles a favor de sus posiciones también están contratando periodistas con mucha experiencia. Dan Gilmore escribe en Slate que grupos como Human Rights Watch y Climate Nexus están agregando valor al ecosistema de medios al “ir más a fondo que nadie en temas por los que se interesan y que es vital que la gente entienda, pero que los periodistas tradicionales o ignoran o tratan muy superficialmente”. Esas organizaciones esperan que sus reportajes a profundidad sean recogidos por los medios tradicionales, pero también difunden su mensaje a través de sus propios sitios web, las redes sociales, y gracias a alianzas con sitios de agregación como Upworthy. Esas comisiones les ofrecen a esos “casi periodistas”, como los llama Gilmore, el tiempo y los recursos para llevar a cabo excelentes reportajes y, por lo tanto, producir información de alta calidad.

Las cosas se están poniendo complicadas. Los escritores autoempleados, en especial, deben poner sus propios límites a su trabajo y a su participación cívica. “Como [escritora] independiente, una hace sus propias reglas. No hay fórmulas mágicas para asegurarte de que te estás comportando de forma ética”, señala Marris.

 

¿Dónde encajo “yo”?

Manifestar opiniones —en especial aquellas que son controvertidas— puede ser intimidante en sí mismo. Y además existe la preocupación por mantener la objetividad y la credibilidad periodísticas si el escritor aboga por una posición.

Rosner ha escrito algunos artículos de opinión, pero jamás ha escrito un reportaje que les pida a los lectores tomar una acción específica. Ella considera que su trabajo como periodista es reportear objetivamente sobre cuestiones ambientales que no se cubren con frecuencia, llevando esas historias a la atención del público. Pero ella no presenta su opinión.

Rosner, que escribe casi exclusivamente para revistas, depende de su voz como escritora más que de su opinión. “Las revistas esperan que tus artículos tengan algún tipo de argumento. Esperan que tengas una voz y esperan que estés haciendo cierto punto. Pero no se trata de tomar partido en la historia, sino de presentar un argumento”.

“Creo que hay muchos tipos de periodistas —y también de activistas, supongo”, observa McKibben por su parte. “Cuando estaba escribiendo The End of Nature supe que estaba tomando partido —es decir, yo no quería que el planeta se sobrecalentara desastrosamente—. Esa convicción básica se ha quedado conmigo y no me ha impedido hacer aportaciones periodísticas útiles, creo yo. De hecho, eso pudo haber ayudado a producir artículos como ‘Global Warming’s Terrifying New Math en la revista Rolling Stone”.

Marris comparte el punto de vista de McKibben. “Yo no querría quedarme callada sobre las cosas que más me apasionan”. Pretender que no tiene una opinión sería un perjuicio a los lectores, dice.

La transparencia puede ayudar a los periodistas a lidiar con la inquietud de manifestar sus opiniones, afirma Kodas. “No creo que Bill McKibben esté tratando de taparnos los ojos respecto a que es activista. Él tiene opiniones muy sólidas y nos está contando la historia de ‘esta es mi opinión’”.

Marris, de igual manera, es franca sobre su sesgo y el impacto que quiere que tenga su trabajo. Su sitio web deja en claro su intención como escritora: “Mi objetivo es encontrar y contar historias que nos ayuden a entender el pasado, a tomar acciones significativas en el presente y a avanzar hacia un futuro más verde, silvestre, feliz e equitativo”.

Marris pasó cuatro años escribiendo noticias y reportajes para Nature antes de escribir su libro The Rambunctious Garden, que opina sobre el futuro de la conservación y hace sugerencias específicas para establecer prioridades en los esfuerzos de conservación. Sus puntos de vista, bien fundamentados pero controvertidos, causaron sensación entre los conservacionistas: algunos los aplaudieron y otros los despreciaron.

Aun así, cuando apareció su libro le preocupó haber cruzado un límite. ¿Los editores le dejarían de encargar el tipo de notas que ella siempre había escrito? Eso no sucedió, afirma. “Sigo recibiendo llamadas para escribir notas de 500 palabras”. Marris mantiene su opinión fuera de sus notas —en las que la neutralidad es el estándar— y se empeña en proponer ideas para notas sobre hallazgos científicos que contradigan sus opiniones.

 

La objetividad es el proceso, no la persona

El debate sobre si los periodistas pueden o no ser realmente objetivos es tan viejo como el periodismo mismo. Muchos sostienen que ser humano significa estar sesgado. Elegir hacer periodismo en temas ambientales expone los sesgos personales. La elección de las historias expone los sesgos. La forma en que el escritor presenta la historia expone los sesgos.

La persona no puede ser objetiva, sugiere Kodas, pero lo que sí puede ser objetivo es el proceso. Objetividad en el proceso, explica Kodas, significa atenerse a un proceso de reportaje o de edición que sea tan justo y congruente como sea posible. Encuentra y cita las fuentes de evidencias menos sesgadas. En el caso del cambio climático, por ejemplo, eso podría significar los datos sobre cambio climático de la National Oceanic and Atmospheric Administration. Llama a los supuestos culpables de un desastre ambiental, diles de qué se les acusa y permite que respondan. Verifica los datos durante el proceso de redacción y edición.

 

“Reportear objetivamente y sin sesgos es el sine qua non“, dice McKibben. Pero agrega: “Una vez que hayas averiguado qué está sucediendo, entonces dilo”.

Los activistas seleccionan hechos y datos para sostener un argumento. En cambio, “un periodista es alguien que está dispuesto a decepcionarse con la verdad”, tal como el periodista y autor Sebastian Junger dijo al Columbia Journalism Review en 2013.

 

Periodismo activista — ¿un oxímoron?

El periodismo activista ha ganado fuerza conforme ha ido madurando el internet. Cada vez más personas recurren a sitios web y blogs que validen su visión del mundo para obtener sus noticias. Cualquiera con una computadora puede crear una presencia digital, ponerle algunos contenidos y adoptar el título de “periodista”. Hacer reportajes originales y objetivos es más cada vez más raro.

Conforme se van reduciendo los periodistas que realizan reportajes originales —y que se esfuerzan al máximo por ser imparciales en ese proceso—, nuestro mundo cada vez está más politizado y asediado. Yo tiendo a estar de acuerdo con ProPublica en esto: “Están proliferando las fuentes de opinión, pero están desapareciendo las fuentes de hechos en los que se basan esas opiniones. El primer fenómeno es a la larga, en general, un bien social; el segundo es sin duda un problema.”

Entonces, ¿el periodismo activista es un oxímoron? Sí, yo creo que sí lo es en la mayoría de los casos. Una forma de aclarar el límite entre los dos campos es que el activismo recomienda una causa, una política, una acción o una solución en particular a un problema. El periodismo presenta historias sobre problemas, soluciones, corrupción e injusticias para informar al público, confiando en que este enderezará las cosas, pero tomando su propia decisión sobre qué medida exactamente tomar. Es una distinción importante y clara: el periodismo no aboga por un cambio específico. El activismo sí. Si bien el periodismo y el activismo pueden tener metas generales en común, son los medios para alcanzarlas lo que hace toda la diferencia.

 

Christina Selby
Christina Selby Crédito: Christina Selby

Christina Selby es escritora y fotógrafa independiente radicada en Santa Fe, Nuevo México. Cubre historias sobre el medio ambiente y conservación en el suroeste de los Estados Unidos y en todo el continente americano. Su trabajo ha aparecido en medios como bioGraphic, Scientific American, National Geographic Online y High Country News. Fue becaria de The Open Notebook en 2016. Puedes seguirla en Instagram @ChristinaMSelbyPhoto y Twitter @ChristinaSelby.

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