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Cuando el reporteo de la ciencia te pasa una factura emocional

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A close-up portrait of a man holding a toddler against his shoulder, the top of another child’s head is visible. Behind is a scruffy painted turquoise wall and tattered pink wooden shutters with letters and numbers written above.
Mustapha Kamara, de la aldea de Yeli Sanda, en Sierra Leona, perdió a su esposa debido al ébola. Reportear sobre la crisis del ébola, dice Erika Check Hayden, fue emocionalmente agotador. Cortesía de Tommy Trenchard

 

En noviembre de 2014, Erika Check Hayden dejó su hogar en San Francisco para viajar a Sierra Leona y reportear para Nature (donde trabajaba como reportera de planta) sobre cómo los africanos y las organizaciones de ayuda estaban respondiendo al brote de ébola. Emocionalmente, esta asignación reporteril resultaría ser diferente de cualquier otra que hubiera realizado. Incluso cuando regresó a su hogar en San Francisco, Check Hayden encontró que las noticias eran “tan devastadoras”, dice ella. “Hubo un periodo de tiempo—casi que en cada día de trabajo—en el que me levantaba, hacía una entrevista, leía una historia, veía un video o miraba un ensayo fotográfico, y simplemente lloraba”. Y aunque cubrir la historia tan de cerca fue agotador mental y emocionalmente, Check Hayden sabía que era importante para ella hacerlo.

En un centro de tratamiento del ébola en Bo, la segunda ciudad más grande de Sierra Leona, Check Hayden conoció a una familia—una madre, un padre y sus hijos—, todos infectados con ébola. El día que Check Hayden estuvo allí, la familia acababa de enterarse de la muerte de su hijo menor. El padre parecía estar sobrellevando la enfermedad, pero no estaba claro si la madre iba a sobrevivir—o si la muerte de su hijo estaba socavando su propia voluntad de vivir—.

Check Hayden no podía evitar sentirse emocionalmente afectada—y, como dice ella, negar su respuesta tampoco hubiese beneficiado su trabajo—. “Poder admitirte a ti mismo y acceder al hecho de que estás realmente afectado por algo te motiva a hacer tu trabajo como periodista y seguir la historia”, dice. Las desgarradoras circunstancias de la familia la impulsaron a seguir su historia incluso después de que ella dejó Bo. (La historia de la familia terminó más feliz que algunas otras: la madre, el padre y los dos hijos restantes sobrevivieron).

Los peligros para la salud mental de cubrir la guerra, el terrorismo, la violencia y otros desastres son bien conocidos. Pero los periodistas científicos, ambientales y de salud también pueden estar en riesgo. Los periodistas científicos podrían experimentar lo que los psicólogos clínicos llaman “trauma vicario”, que se refiere a las emociones que surgen cuando los periodistas atestiguan el sufrimiento de otra persona. Cubrir temas como enfermedades crónicas o raras, brotes de enfermedades infecciosas, cambio climático, extinciones y otras crisis ambientales puede provocar ansiedad, miedo y culpa, o incluso provocar estrés postraumático. “Si estás estableciendo un contacto con otro ser humano que sufre y estás haciendo bien tu trabajo, no puedes evitar sentirte conmovido de manera positiva y negativa”, dice Elana Newman, psicóloga clínica y directora de investigación del DART Center on Jounalism and Trauma (Centro DART de Periodismo y Trauma). “Ser testigo presencial es un riesgo laboral para el que la mayoría de los periodistas no están entrenados”.

Los periodistas científicos—como los reporteros de guerra—deben tomarse en serio los impactos en la salud mental de su trabajo, dice Check Hayden, quien ahora es directora del Science Communication Program de la University of California, Santa Cruz. “Se nos pide cada vez más que cubramos las crisis y los eventos traumáticos porque tenemos una experiencia particular que aportar”, dice ella. “Como profesión, necesitamos desarrollar estándares y prácticas éticas para hacer reporteo de crisis. Esto debería de incluir formas de proteger la salud y la seguridad de los periodistas, incluyendo su salud mental”.

 

Apóyate en tu red de soporte

Estar solo tiende a empeorar cualquier trauma. Es por eso que Newman, quien investiga el impacto que puede tener el reporteo sobre eventos traumáticos en la salud mental de los periodistas, dice que el factor más importante en la salud mental y la resiliencia frente al trauma es el apoyo social. Ella exhorta a los periodistas que se encuentran realizando una historia—especialmente en terreno emocionalmente difícil—a encontrar formas de evitar el aislamiento.

Ese consejo resuena con el periodista Dan Fagin, director del Science, Health and Environmental Reporting Program de la New York Univeristy y autor del libro ganador del Premio Pulitzer, Toms River, que documenta una saga de 60 años de contaminación industrial en un pequeño pueblo de Nueva Jersey y el papel que jugó la contaminación en un grupo de casos de cánceres infantiles. Mientras reporteaba para su libro, pasó largos periodos con familias que habían experimentado traumas “en órdenes de magnitud más altos que el mío”, recuerda. Cuando el estrés emocional de presenciar ese trauma se intensificó, Fagin recuerda que “hablaba sobre mis problemas con el reporteo o cuando me sentía bloqueado y no podía escribir, con mi esposa”, quien también es periodista. “También hablaba con mis amigos o hijos—hablaba menos sobre el periodismo y [más sobre] cómo reaccionaba como humano. Fue útil para mí procesar lo que estaba experimentando”.

Pero muchas asignaciones reporteriles alejan a los periodistas de sus amigos, parejas y compañeros en casa. Una forma de mitigar el aislamiento mientras se reportea en el campo es colaborar con colegas, como otros reporteros, periodistas visuales, fixers o traductores.

Cuando la periodista Apoorva Mandavilli (quien es editora en jefe de la publicación Spectrum centrada en el autismo y también trabaja independientemente en otros temas) fue a Bhopal, India, para reportear sobre los efectos persistentes en la salud pública de la fuga de gas de 1984 que mató a miles e hirió a muchos más, trajo a un amigo fotógrafo, Raj Sarma, con ella. “Esa fue la mejor decisión de salud mental que pude haber tomado”, dice. Ella y Sarma vieron con sus propios ojos a personas que viven en la pobreza extrema y conocieron a personas que estaban desesperadamente enfermas y que tenían poco acceso a ayuda médica. Una mañana, visitaron un centro que atiende a niños que quedaron discapacitados como resultado de la fuga de gas. Dichas experiencias fueron dolorosas de observar, dice Mandavilli, pero tener a un colega con ella ayudó. “Por las noches, íbamos a tomar una copa y procesábamos lo que habíamos visto durante el día o hablábamos de algo completamente diferente”.

 

Apoorva Mandavilli
Apoorva Mandavilli participa en una reunión dirigida por Rachna Dhingra (con gafas), una activista que ayuda a las mujeres a abogar por sí mismas para acceder a atención médica y a tarjetas de racionamiento. Raj Sarma

 

Check Hayden también trabajó con un fotógrafo local cuando llegó por primera vez a Sierra Leona. “Fue increíblemente útil”, dice ella. “Cuando estás en el campo, no puedes obtener orientación de tu editor, así que ayuda trabajar con alguien más que sea conocedor y profesional”.

Sin embargo, cuando sí puedes ponerte en contacto con ellos, los editores pueden ser una fuente importante de apoyo. Los ojos frescos de un editor no solo pueden traer enfoque y claridad a una historia, o atenuar las emociones o los detalles que podrían no ser útiles para los lectores, sino que también pueden ser una parte importante de la red social que los reporteros necesitan.

“Los editores no necesitan ser terapeutas”, dice Newman. “Pero pueden emplear las mismas habilidades de reporteo que harían con una historia para preguntarle a un reportero: ‘Oye, esa fue una historia difícil. ¿Cómo fue estar en el campo?’ No estamos abogando por que los editores hagan algo terapéutico, más allá de tener una conversación informada”. (El Centro DART ofrece varios recursos que los editores pueden emplear en sus salas de redacción).

 

Lleva con ritmo tu reporteo y toma descansos

Cuando están en una asignación, los reporteros pueden sentirse presionados para reportar tanto como sea posible en el tiempo disponible. Pero tomarse un descanso del trabajo puede beneficiar la salud mental de un periodista.

Cuando trabaja en historias emocionalmente estresantes, Mandavilli reserva deliberadamente “colchones” de tiempo al final del día. Cuando fue a Londres para encontrarse con la protagonista de su historia de SpectrumThe Lost Girls” (Las niñas perdidas), en la que investigó las experiencias de niñas y mujeres con autismo, planeó tiempo para ver a amigos y familiares después de terminar su reporteo. “Esta estrategia es contraria al consejo que la gente te da, que consiste en poner por escrito todos tus pensamientos e impresiones al final del día ”, señala Mandavilli. “Yo solo podía hacer eso durante una hora antes de tener que salir de mi habitación del hotel y hablar de algo completamente diferente”.

El año pasado, pasé tres meses investigando (para Nature, The World de PRI y STAT) si el aceite de palma del sudeste asiático se puede producir de una manera ambiental y socialmente sustentable. Después de solo una semana de reportear desde el corazón de la provincia productora de aceite de palma de Indonesia noté que el trabajo le estaba pasando una factura a mi salud mental. Al mirar constantemente la tierra que había sido saqueada por las necesidades del mundo y escuchar las historias de los trabajadores que fueron explotados, me sentía inusualmente sin energía y me costaba concentrarme en mi trabajo.

En total, reporteé en tres países, durante aproximadamente tres semanas en cada uno. Después de completar mi trabajo en un país, me tomé una semana libre para reunirme con amigos en diferentes partes de Tailandia para desconectarme del trabajo, antes de volver a adentrarme en él. Estos descansos autoimpuestos—en entornos que eran tan distintos de las turbias ciudades y las plantaciones de aceite de palma en las que estaba reporteando—me ayudaron a recargarme, así que cuando llegó el momento de trabajar nuevamente estaba emocionada de hacerlo.

 

Oil palm fruit
Trabajadores cargan bultos de fruta de palma aceitera en un camión para ser procesados para obtener aceite de palma en Riau, la provincia productora de aceite de palma más grande de Indonesia. Wudan Yan reporteó sobre la producción de aceite de palma en Indonesia en agosto de 2016. Wudan Yan

 

Busca historias positivas

El periodista ambiental John Platt no es ajeno al costo emocional de cubrir una temática que a menudo se presta para historias tristes. Ahora como editor en jefe de The Revelator, que realiza periodismo de investigación sobre el medio ambiente, la vida silvestre y otros temas relacionados, Platt ha escrito sobre la extinción durante más de una década. “El impacto colectivo de reportear sobre extinción”, dice, “es la muerte por mil cortaduras de papel”.

Para retrasar el sangrado, Platt mezcla sus reporteo sobre extinción con proyectos independientes o freelance sobre tecnología. Recientemente ha escrito sobre adolescentes que están diseñando celdas solares de enfriamiento automático y sobre dispositivos que pueden detectar la aparición de la enfermedad de Parkinson. “Poder escribir sobre algo completamente diferente que es inherentemente positivo me ha ayudado”, dice. También insta a los periodistas a buscar una historia divertida o esperanzadora sobre medio ambiente de vez en cuando. “Si puedes contar una historia positiva que muestre a tus lectores que no todo es terrible, a la vez te recuerdas a ti mismo de esa misma cosa”.

Cuando estaba trabajando en mis historias sobre el aceite de palma el año pasado, traté de no pasar largos e ininterrumpidos periodos de tiempo reporteando sobre las deprimentes condiciones en las plantaciones—el tipo de trabajo que sentí que estaba ejerciendo el mayor impacto en mi salud mental—. Alternaba semanas en que entrevistaba a personas que sufrían por su trabajo en las plantaciones con semanas en las que hablaba con líderes de ONGs, funcionarios del gobierno, quienes definen políticas o científicos—personas que estaban pensando en soluciones en la industria del aceite de palma y tenían una actitud más optimista—.

 

¿Las emociones tienen un lugar en la historia?

Cuando llega el momento de sentarse y escribir una historia—particularmente una que fue mental y emocionalmente intensa de reportear—fuertes oleadas de emociones pueden resurgir y filtrarse en la escritura de un periodista.

En un reportaje para Nature sobre cómo el brote de ébola en Sierra Leona afectó la capacidad de un hospital para continuar con su trabajo de investigación, Check Hayden tomó un tono solemne. Su elección del lenguaje en la historia, dice, refleja las emociones que sus fuentes, y ella misma, sintieron a raíz de la muerte de muchos de sus colegas.

Mandavilli dice que trata de no censurarse cuando escribe su primer borrador. Cuando estaba escribiendo “The Lost Girls” para Spectrum, dice Mandavilli, su editora, Kat McGowan, destacó ciertos detalles y preguntó por qué eran importantes para la historia. “Creo que una editora realmente buena puede conectar ciertos hechos con el punto principal del artículo, en lugar de hacer que el lector potencialmente emprenda un viaje realmente triste”, dice Mandavilli.

Algunos reporteros temen que permitir que su propia experiencia emocional se filtre en sus historias refleje un fracaso en la objetividad periodística. Pero las respuestas emocionales de los periodistas a las situaciones que observan son una parte legítima de recolectar los hechos. Fagin dice que comunicar tus propias reacciones puede ser un servicio para tu audiencia. Después de todo, las historias más emotivas son a menudo las que se quedarán con los lectores.

Sin embargo, Fagin advierte que debes “hacer distinciones entre tu análisis de los hechos y la evidencia—que debe ser desapasionada—y tus descripciones de los personajes, que pueden ser apasionadas”.

Cuando Platt comenzó a escribir sobre especies en peligro de extinción, trató de agregar algo de humor en su escritura—para darle ligereza a un tema normalmente serio burlándose de las personas o situaciones que estaban causando las extinciones. Pero con el paso del tiempo, sus escritos sobre extinción se han vuelto cada vez más “mortalmente serios”, dice Platt. “Creo que esa es la mejor manera de abordarlo: ser rotundamente serio y respetuoso, y abordar el tema con la cantidad correcta de ira y furia periodística justificada mientras eres justo, honesto y veraz en tu reporteo”.

 

Wudan Yan
Wudan Yan Cortesía de Wudan Yan

Wudan Yan es periodista independiente con sede en Seattle que escribe sobre ciencia, salud, derechos humanos y medio ambiente. Su trabajo aparece en California Sunday, High Country News, Nature, The New Yorker, The New York Times, Public Radio International, y STAT, entre otros. Sus trabajos de reporteo han sido respaldados por el Pulitzer Center on Crisis Reporting, la Society of Environmental Journalists, el Institute of Journalism & Natural Resources y la University of California Berkeley School of Journalism. Síguela en Twitter @wudanyan.

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